Para todas las organizaciones, lograr los objetivos estratégicos define la hoja de ruta que se debe emprender para ello. En este ejercicio, se establecen los equipos de trabajo y quiénes deben liderarlos para, que en conjunto, se lleven a cabo todas las acciones necesarias que ayuden a alcanzar los propósitos definidos.
En esta dinámica, podemos encontrar grupos bien consolidados y experimentados donde la práctica les ha permitido responder satisfactoriamente a sus tareas. Cada uno tiene conocimiento de su rol y la importancia que su trabajo tiene para el éxito de todo el equipo. En esto, es fundamental las características que tenga el líder, quien debe preocuparse no solo de que la tarea se cumpla, sino que además, de que cada uno de los colaboradores se sienta motivado, considerado y empoderado en lo que hace. Es el líder quien debe conducir a los colaboradores y ser inspiración para ellos. Cuando estas condiciones no se dan en los espacios de trabajo, comienzan a deteriorarse las relaciones y a establecerse un ambiente laboral negativo. En este escenario, los colaboradores pierden el entusiasmo y el sentido de pertenencia, se genera un desapego y un deterioro emocional que termina por afectar a la organización completa.
Si esta situación la llevamos a un nivel superior, donde quien dirige la organización es quien ejerce un liderazgo centrado en el poder, ignorando lo que sucede con las personas, es necesario hacer un cambio.
Las organizaciones que carecen de liderazgos positivos enfocado en las personas, muchas veces son autoritarios y carecen de inteligencia emocional que les permita establecer lazos de confianza y de afecto con sus colaboradores. Están preocupados de los réditos que pueden obtener desde el cargo que desempeñan, perdiendo el real sentido de la misión que ellos tienen dentro de la organización, entendiéndose como la de conducir a sus subalternos al cumplimiento de los objetivos teniendo claro la importancia y el rol que cumple cada uno de ellos.
Un líder debe trabajar para cohesionar los equipos de trabajo, debe ser facilitador y motivador y no quien establezca las distancias y rivalidades entre ellos.
En los tiempos actuales, “dividir para gobernar” no es una práctica que asegure el éxito, más aún es el inicio de la decadencia. Tampoco lo es tener el conocimiento de lo que hace una organización si en este ejercicio las personas son consideradas como meros instrumentos contratados para una tarea específica.
Un líder se debe a sus seguidores, es en ellos donde debe poner la mirada y establecer las acciones necesarias para su desarrollo y crecimiento personal y profesional. Un líder es quien prepara a su gente para seguir ascendiendo. Es quien hace propio el éxito de sus colaboradores y les fomenta la importancia de asumir los nuevos desafíos aunque esto signifique sacarlos de su zona de confort. Un líder guía, prepara, es generoso con sus propios conocimientos y celebra con orgullo el éxito de sus equipos de trabajo.
Los líderes verdaderos líderes no buscan perpetuidad en sus cargos, por el contrario, prepara a quienes deben ser sus sucesores naturales, no hacerlo, solo responde a la necesidad de mantenerse en esa posición de “poder” lo que termina por convertirse en un vicio. Cuando esto sucede, ya es tiempo de optar por nuevos estilos de liderazgos.
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