Tener claridad hacia dónde queremos dirigirnos, cuál en nuestra meta, nuestros objetivos o nuestros sueños, es el puntapié inicial para saber qué camino debemos comenzar a recorrer. Esa claridad es lo que llamamos propósito, que no solo se circunscribe al ámbito organizacional, sino también al personal. Guillermo Daud, académico y experto en RRHH, indica que “los colaboradores ven al propósito como una forma de dar sentido a su trabajo y comprender las contribuciones que están realizando al equipo, la empresa y a la sociedad. La existencia de ese “significado” en su esfuerzo y trabajo diario, es el principal vehículo para hacerlos participar plenamente y desde ahí, entregar su máximo compromiso”. [1]
Muchas veces nos sentimos navegando en un mar sin rumbo, queremos hacer todo y alcanzar todo, sentimos la necesidad de cumplir con lo que se nos exige apartándonos de lo que realmente nos mueve y nos motiva. Katrina Ruth, exitosa empresaria norteamericana, define el “vivir con propósito” como " hacer lo que realmente te importa, en sintonía con tus valores y creencias”[2]. Ese viaje, que por momentos pareciera ser beneficioso, sin darnos cuenta, nos lleva a transitar por la vida negándonos la posibilidad de visualizar aquel puerto en el cual queremos atracar.
¿Cómo podemos descubrir entonces nuestro propósito? Sin duda, que a medida que pasa el tiempo, las personas podemos ir cambiando nuestros objetivos, ya sea porque nos sentimos estancados, porque sabemos que nuestro aporte puede ser mucho mayor al que actualmente entregamos, porque vivimos experiencias que nos impulsan a replantearnos todo, porque no nos sentimos cómodos en el papel que cumplimos o porque descubrimos que existen nuevos horizontes, donde nos sentimos plenos y donde podemos trascender. Descubrir nuestro propósito, nos da la posibilidad de encausar todas nuestras habilidades, nuestras experiencias y aprendizajes. Es aquello que nos moviliza y nos apasiona y que nos lleva a la acción, es lo que le da un sentido real y concreto a la vida, tal como lo plantea el historiador, crítico y escritor sociológico escocés Thomas Carlyle: “Una persona sin propósito es como un barco sin timón”.
Tener un propósito no solo es algo que se da en una organización, donde este se concibe como “la razón permanente de existir. El porqué se hacen las cosas. La columna vertebral de la cual depende toma de decisiones”[3]. Por tanto, se puede entender que una estrategia por sí misma no es suficiente sin un propósito, siendo un elemento trascendental para el quehacer de la organización, ya que sin él no existe un horizonte claro que aúne el esfuerzo y compromiso de los colaboradores.
¿Pero qué pasa a nivel personal, cómo nos afecta el no tener claro hacia dónde queremos ir? Poder descubrir cuál es nuestro “propósito de vida”, conlleva una invitación a conocer aquellos aspectos que, muchas veces, ignoramos de nosotros mismos. Es la oportunidad de develar nuestras habilidades, fortalezas, capacidades, nuestros sueños y también nuestras debilidades y amenazas, por que sí, a veces nos autosaboteamos y quedamos entrampados en un sin fin de situaciones, excusas o emociones, que nos impiden avanzar. Saber quiénes somos y hacia dónde queremos llegar, es el principio de este viaje, que no estará excento de dificultades donde, en varias ocasiones, deberemos mirar el entorno e ir flexibilizándonos y adaptándonos, para poder conquistar la cima o llegar a ese puerto al otro lado del océano, eso sí, sin dejar de avanzar, a veces a paso lento y otras a paso rápido.
¿Y qué sucede cuándo ya sabemos cuál es nuestro propósito? Simplemente, le damos un nuevo sentido a nuestra vida, entendemos que todo depende de uno mismo, de la actitud, de la confianza y de la entrega que uno tenga para alcanzarlo. Nos sentimos dueños de nuestro destino, volvemos a sentir pasión por lo que hacemos, echamos a volar la creatividad o la inventiva, nos damos cuenta que las limitaciones son autoimpuestas y que pasamos de ser “víctimas a protagonistas de nuestra historia”[4]. Cuando se tiene un propósito, se está comprometido con el éxito, donde darse por vencido no es una opción. “Debemos estar dispuestos a hacer lo que sea razonablemente necesario para alcanzar nuestra meta. La Persistencia prevalece, cuando todo lo demás falla… Tener un propósito en la vida marca la diferencia entre “vivir plenamente o simplemente existir”. [5]
Cuando establecemos nuestro propósito, nos damos cuenta que este va de la mano y es coherente con nuestros valores, nuestras creencias y principios, ya que estos son parte de nuestra esencia e identidad. Difícilmente podríamos avanzar hacia un propósito de vida si este va en contra de lo que somos. Definir nuestro propósito, entonces, debe ser una prioridad antes de acometer cualquier desafío, ya que es poco probable llegar a la meta si, en rigor, esa meta no la conoces o, en muchas oportunidades, no la logras determinar de manera correcta. Tal como se indica al inicio del presente ensayo, este concepto va mucho más allá del ámbito de las organizaciones, ya que, a ojos vista, se transforma en una manera de enfrentar la vida.
[1] Daud, Guillermo. “El propósito organizacional, el camino que inspira, alinea y conecta”. https://es.linkedin.com/pulse/el-prop%C3%B3sito-organizacional-camino-que-inspira-alinea-guillermo-daud
[2] Ruth, Katrina. “7 pasos para que tu vida tenga un propósito”. https://www.entrepreneur.com/article/337720
[3] Barraza, H.J. “¿Cuál es la diferencia entre Propósito, Misión y Visión?”. https://www.entrepreneur.com/article/294059
[4] Kofman, Fredy. “¿Por qué cae la lapicera?” https://echc.cl/victimas-y-protagonistas/
[5] Hassan M. E. (2010). ¿Dónde estamos y hacia dónde vamos? La importancia de tener un propósito en la vida.
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